una húmeda noche


Observación del (12/11/2010)

Por fin, después de numerosos intentos fallidos, la noche del 12 al 13 de Noviembre de 2010 pudimos salir de observación al lugar de siempre. Había Luna, pero estábamos esperanzados de poder ver alguna que otra leónida adelantada, a la par que ver la propia Luna al telescopio, ya que hacía bastante que no le echábamos un vistazo.

El frío y otras obligaciones hizo que en esta ocasión el personal congregado en las explanadas de la
ermita de San Abundio no fuese tan numeroso como en otras ocasiones. Con todo, se desplazaron alumnos de Marchena, amén de los propios de nuestro centro, el IES Nicolás Copérnico de Écija.

Salimos a algo más de las 18:00 h desde la puerta del instituto, llegando a la sierra con casi el tiempo justo para montar los telescopios y ver el paso de la ISS por el horizonte NW. Ver la estación espacial internacional, después de tanto tiempo, y con una magnitud de casi -2 y pico, fue todo un verdadero espectáculo, sobre todo para aquéllos que venían por primera vez con nosotros, pues no se esperaban que anunciadamente, sobre el cielo casi negro a esas horas, apareciera de pronto “un puntito muy luminoso”, que se moviera y después de casi un minuto ascendiendo volviera a desaparecer.

Apuntamos con el láser a las constelaciones y estrellas principales de esta época del año, y cómo no, a la propia Luna. Para esa hora, el telescopio de Jose (un SC Meade de 8 pulgadas) ya se había empañado, pues caía relente y la noche se presentaba húmeda. Con todo, el ingenio hizo desaparecer ese problema desmontando el tubo del telescopio y metiéndolo en el coche con la calefacción “a tope” hasta que el vaho desapareció por completo. Jose no terminaba de creérselo. Ahora sí, le puso “una caperuza al tubo” para evitar de nuevo la condensación. El otro telescopio, un refractor Vixen de 12 cm de diámetro, aunque empapado por fuera, la lente parecía resistir, de modo que no solo apuntamos a la Luna (y flipamos con ella) sino que posteriormente apuntamos a M31 y el planeta Júpiter, por lo que pudiera pasar. Luego, nos “dimos una vuelta” por las estrellas dobles de rigor, sobre todo para mostrar a los nuevos asistentes las maravillas que hay por ahí arriba.


Muy pronto asomaron Las Pléyades, que con unos prismáticos se mostraron -como siempre- magníficas.

De vez en cuando se nos cruzaron algunas fugaces. Probablemente NO serían leónidas sino táuridas, muy activas a estas alturas del año. A pesar de la luz de la Luna, se pudieron contar unas 8 fugaces más o menos espectaculares.


En cuanto la luna se ocultó, hizo el frío su aparición con mucha más intensidad que antes, por lo que quien más y quien menos buscó refugio en el coche, ante la imposibilidad de poder meterse los pies en los bolsillos (a pesar de haberse hecho el intento).


Justo ya cuando Orión andaba tras el árbol que nos lo ocultaba, los telescopios estaban listos para estrujarse, por lo que decidimos recoger los bártulos. Emprendimos el regreso a eso de las 12:30 h de la noche, con el “mono astronómico apagado” y pensando ya en la próxima observación en la noche del 3 al 4 de diciembre.
Crucemos los dedos para que el meteorológico nos deje en esa “cabeza de puente”.